22.4.13

La muerte del visir Salêh contada por Ahrim (Pre-partida Crónicas de Hyboria 2013)

- Maldita sea su estampa, ¡Ahrim haz esto!, ¡Ahrim encargate de aquello!... ¿Pero donde se ha visto que un solo sirviente tenga que cuidar todo un maldito palacio?
- ¿Y tú que miras? Deja de cotillear y trae otra jarra de vino, que bien te lo estoy pagando...

La camarera se apartó de la mesa con un gesto de desprecio entre las carcajadas de los bebedores.

- Sigue, Ahrim, que se te van los ojos detras de ese culo y la lengua en tus divagaciones, y de hoy no pasa sin que cuentes la historia.  Has cenado y bebido a nuestra cuenta, y si es tan buena como dices nos encargaremos de que duermas tan bien acompañado como un emir.
El sirviente apuró un trago y miró con suspicacia a su compañero de mesa.
- ¿Tu no trabajaras con algun señor de palacio? ¿Verdad? ¿O para las malas putas del templo?
- No Ahrim, y hoy no te escapas a tu cubil sin contarnos la historia, completa y con todos los detalles.
- Bueno... no sé yo si es buen negocio este... hay quién pagaria mucho si...
- Hay quien te cortaria la garganta, Ahrim, pero ni uno ni otro están esta noche aquí, y nosotros si te vamos a pagar aunque sea llenando tu buche y tu cama...
- De acuerdo, de acuerdo... ¿Donde estaba? Ah, claro, el anterior visir, bueno... os he contado ya cuando me liberó y me cogio a su servicio, ¿no?  Bueno, pues eso, que quería un torturador a mano siempre y el Sah se llevó al que tenía antes... y ya sabeis, que cuando estás en un trabajo así te enteras de cosas que no hay que contar... y yo soy bien mandado, y al final pues me cogió confianza y empecé a encargarme de otras cosas y como pagaba bién...

El puñetazo en la mesa silenció toda la taberna, algún que otro cliente echo mano al cinto brevemente, las camareras corrierón tras los barriles antes de que uno de los bebedores menos achispados se levantara calmando a la gente con gestos:
- Nada, nada... una cucaracha que se quería acabar el vino...

Mientras el bullicio volvia Ahrim miró a la gente que le rodeaba en la mesa.
- De acuerdo, no doy más vueltas.

Sucedió despues de la reunión en Estigia, el visir volvió de bastante mal humor maldiciendo a Aquilonios y Nemedios como un soldado sin bebida, estuvo horas y horas reunido con sus secretarios, con los asistentes del Sah, vamos, con todo el que pintaba algo por palacio. Los siguientes dias no salió de su despacho, ni siquiera se acercó al harem, de vez en cuando mandaba a buscar a alguien, mercaderes, gente de las caravanas, algún agente del, ejem, gremio, ya me entendeis.  Iban y venian de su despacho, pero cuando salian les pesaba mucho más la bolsa, y no, no se por qué. 

Al cuarto dia desde su vuelta me mando buscar y me ordenó acompañarle con un par de guardias al palacio del Sah.  No es que no le hubiera acompañado antes, pero solía ser de noche cuando el viejo Yildiz quería algo que no tenía que saberse.  Estuvo callado todo el viaje, ni siquiera una palabra, y cuando llegamos al palacio se me subieron hasta la garganta... ¡habia una columna entera de la guardia real esperandonos!  Sabeis que he luchado más batallas que nadie, las he visto de todos los colores, pero aquello no me lo hubiera imaginado nunca, cien soldados con las armas desenfundadas y con esa mirada fija encima nuestro.  El visir ni se inmutó, o no tenía sangre en las venas o ya se lo esperaba.  Nos llevaron hasta la sala del trono y se colocaron en las paredes sin enfundar las armas, como si hubiera entrado un cimmerio echando espumarajos por la boca en lugar del visir, lo nunca visto.

Aparte de las cortesias habituales nadie dijo nada, el Sah Yildiz hizo un gesto con la mano y un sirviente le acercó un documento al visir Salêh, este lo miró apenas un momento, cuando bajo la mano pude ver su firma y el sello real, ¡erá una orden de ejecución y la habia escrito él mismo!  Pensé que iba a suplicar por su vida o a maldecir, o... ¡que se yo!  Pero no, suspiró, y con voz clara dijo: "Excelencia, ha sido un honor estar a su servicio todos estos años, si no hay inconveniente me gustaría informar a quién designeis como nuevo visir y disponer de una semana para arreglar asuntos terrenales y divinos."
Uno de los secretarios fué a protestar pero Yildiz lo hizo callar con un gesto, asintió brevemente y así, sin más, nos hicieron salir. 



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Halîm deseaba tener a mano una buena copa de vino. Ver la entereza del visir Salêh le había secado la garganta.

El visir sabia de antemano que el Sah lo mandaría ejecutar. Como también lo sabia Halîm el día que fue obedientemente a contarle al viejo Yildiz los fracasos de la expedición: la retirada de la delegación turana, la inactividad pese al desenmascaramiento de los seguidores del prohibido culto a Elric... Con la decisión de retirar la delegación turana de aquella maltrecha expedición el visir había salvado la vida de la mayor parte de los hombres y mujeres que formaban la misma, pero con esa decisión había firmado su sentencia de muerte.

Y ahí estaba alejándose Salêh, con un honor encomiable y una valentía que ya quisieran los cimerios. Al sacerdote de Bel le resultaba una situación extraña, había planeado no menos de media docena de formas de asesinar al visir, por si surgiera algún contrato o simplemente por adelantarse a la orden del propio visir contra Halîm. Pero ahora que marchaba derrotado y lleno de dignidad no sentía ninguna satisfacción. Mas bien al contrario. Salêh se merecía morir asesinado en medio de mil intrigas, no ejecutado.

Pero aquel era un hombre que aceptaba su destino, de una forma que no podía entender Halîm. Le había ofrecido sus servicios para simular su muerte y buscarle un lugar oculto para vivir lejos de los ojos del Sâh. Sin embargo su viejo y querido enemigo había preferido aceptar la condena.

Al menos tenia una semana, poco tiempo para todas las palabras que tenia por dar.
- ¡Adiós mi Visir! Nos veremos en algún infierno de otra vida, quizás entonces te animes a seguirme en mi huida hacia el paraíso


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Yo pensaba que la guardia real nos seguiría y que nos pondrian bajo arresto, pero no.  Ni un guardia, ni un soldado, nada... Me pasé todo el camino volviendo la cabeza, mirando cada sombra, cada rincón cada tejado.  En ese momento lo único que se me ocurría era donde esconderme cuando huyera Salêh, porque claro, siendo el que le había acompañado a palacio vendrían a preguntarme, y si lo sabía y lo decía tenia por seguro que ya habría un precio por mi cabeza pero si no lo sabía, ¿cuantas horas de tortura harían falta para que me creyeran?. 

Debió darse cuenta de que estaba nervioso, porque se giró hacia mí sonriendo y se quedó mirando, tan tranquilo, y me dijo: "Hay mucho que organizar y muy poco tiempo Ahrim, así que ni se te ocurra sugerir que voy a huir como una vil rata.  En cuanto lleguemos quiero que busques a todos mis secretarios y los reunas en el despacho.  Después enterate de quién va a ocupar el puesto de visir y hazle llegar el mensaje de que le espero.  Eso es todo de momento, y solo quiero oirte decir que lo has entendido." 

Asentí, las palabras no me salian, hice los recados tan rápido como pude y después me pillé una borrachera como no la he tenido en años.  Al dia siguiente se pasó el dia liberando a sus esclavos, uno por uno, con una pequeña bolsa de monedas y palabras amables.  El siguiente liberó a las concubinas, bueno, a casi todas, y cada una marchó con su bolsa de monedas y unas palabras dulces.  Al tercer día reunió a los sirvientes y les dio orden de limpiar todo el palacio, cuando se pusieron en marcha hizó que esperasen seis de ellos.  Con estos seis se reunió en privado, de dos en dos, y salieron con unos cofres que apenas podian mover.  A lo largo de la mañana y la tarde fueron llegando mercaderes, caravanas a punto de marchar, y con las caravanas marcharon las tres esposas y los tres hijos del visir, al norte, al sur y al oeste, cada una con dos de los sirvientes de los cofres. 

Y esa tarde, cuando su última esposa y su hija menor partian fue la única vez que lo ví llorar. Ninguno de los sirvientes nos atrevimos a acercarnos y ahí estuvo en el patio, junto a la fuente, hasta que la noche cayó, sólo y con la pena rompiendo sus rasgos.

- ¡Ahrim! - interrumpió la camarera - ve pensando en acabar tu jarra, que ya ha caido la noche y pronto pasará la guardia a patear borrachos, si piensas que me quedaré hasta el alba para que tu cuentes historias es que ya has bebido más que suficiente.
- Vamos, vamos, gacela mía... Sabes que soy de confianza, saca una ronda a mi cuenta a los pocos que tu vino picado no ha tumbado aun y cierra si quieres.  Mis amigos -dijo Ahrim con un gesto conciliador- y yo nos conformaremos con un par de jarras más mientras termino mi historia y no te daremos más trabajo.  No afees tu bella faz con ese ceño, sabes que siempre cumplo en mis tratos...
- Eres un perro viejo, Ahrim, ya podías haber invitado a una ronda cuando tenía la taberna llena en lugar de ahora que quedan tres gatos y tus "amigos"...

El cuarto día - prosiguió ignorando a la camarera - y casi por completo el quinto estuvo mi viejo señor reunido con el nuevo Visir, mi actual contratador, pero que queréis que os diga, nada de interés para gente como nosotros, mucha palabrería entre señores, mucho hablar de tal o cual pais, que rutas mercantiles funcionaba o no... nada jugoso, vamos.  Como aparte de sus secretarios sólo quedamos en palacio unos pocos sirvientes me toco llevar comida y jarras de vino rebosantes y recojerlas una vez vacias, ir a buscar a uno u otro en palacio o en la ciudad, trabajo más de esclavos que de sirvientes, pero bueno... quien manda manda. 

Cuando ya llegaba la noche del quinto dia, a dos de encontrarse con el verdugo real, me llamó a su presencia.  Me estaba esperando en su despacho, con un pequeño cofre abierto lleno de monedas y gemas encima de su mesa, los ojos debieron brillarme como antorchas porque se echó a reir mientras decía "Ahrim, el "infame" Ahrim, hay aqui pago suficiente para toda tu vida, pero aun voy a necesitar de tus caros servicios un dia más." Yo iba a protestar, claro, pero me calló con un gesto, "tendrás este cofre a tu disposición una vez que cumplas con unos ultimos recados, el más importante de todos será llevar mi cabeza debidamente acicalada a la presencia de nuestro señor Yildiz, no sería educado llevar una cabeza ensangrentada y afeada por la muerte a su presencia.  A tal efecto usarás mis ropas y mi sello para entrar en palacio, con el rostro tapado y esta bandeja de plata que he apartado para tal efecto.  Harás como te voy a decir porque quieres tu parte de tesoro y sabes lo que pasará si no cumples mi voluntad..." Sonrió como un tigre que salta sobre tí desde la densa jungla, se lo que os digo.  "Pero esto será la mañana siguiente a mañana, porque aún hay algo que haremos mañana para satisfacer a los dioses, o al menos a uno..."

El sexto día, último de la vida de Salêh al Yezir, fue muy tranquilo despues de la agitación de esa semana.  Mi señor estuvo de muy buen humor, cosa que jamás entenderé dado que sabía que su muerte estaba cerca, incluso me sorprendió verle sonreir como un tonto mientras paseaba por los jardines con toda la calma del mundo.  Apenas probó bocado en todo el día, bebió agua y un poco de té, fumó durante horas mientras las cinco concubinas que aún no había liberado le contaban cuentos.  Cuando le pregunté si no tenía prisa por llegar a los templos a ponerse en paz con los dioses se rió de buena gana durante un rato, "Tranquilo Ahrim -me dijo - está todo preparado, que tu ansia por el oro y las joyas no hagan que tu día se alargue, bebe algo, acompañame mientras disfruto de los últimos cuentos que he de oir, comparte conmigo el narguileh, come de las viandas que hay preparadas.  Así tal vez un día puedas presumir de haber disfrutado de los placeres reservados a los grandes de Turán.  Puedes ausentarte si lo prefieres, me daré por satisfecho si estás preparado cuando el sol bese el mar en el horizonte, pero no quiero oirte ni una palabra más hasta entonces."

Asentí en silencio, cada cual es libre de elegir sus placeres creo yo.  Si que bebí algo y comí cosas que jamás antes había probado, pero los cuentos y el humo aguado no son para mí, así que allí le dejé y pasé unas horas calmando mis nervios de posada en posada.  Cuando ya volví, un buen rato antes de que el sol tocara el horizonte, me estaban esperando los seis, todos cubiertos con capas oscuras, mi señor tapaba su cara con el turbante y las concubinas con sus velos.  El resto de sirvientes estaban alrededor, todos vestidos de igual forma, en grupos de siete a los que Salêh hacía salir a la ciudad a pequeños intervalos.  Mientras grupo tras grupo abandonaba el palacio, una de las concubinas me vistió como al resto y susurró a mi oido "Ponte tras nuestro señor y siguelo en silencio, no levantes la mirada de sus pies y verás un nuevo amanecer..." mientras en su mano aparecía una daga tiznada.  Dejamos el palacio un rato después de que todos los sirvientes se hubieran ido, y caminamos hasta que el sol se había escondido, entonces entramos en una casa, como tantas otras de la ciudad y bajamos a un sotano...

Y ahora, mis generosos Tammâm, Akram y Fâdel, seré yo quien os haga una generosa oferta.  Dad por satisfecha vuestra curiosidad sobre los últimos dias del pérfido Salêh y el secreto que cubre su muerte y yo pagaré todas las consumiciones.  Podréis volver a vuestras casas, junto a vuestras hermosas esposas y no os preocupará que lo que aún queda por contar os traiga el quehacer de los "artesanos del gremio", nunca vuestros sueños se verán turbados por las pesadillas que engendra ese conocimiento, jamás temblareis porque el sol se hunde en el mar mientras estáis en las calles...

¿Y bien? Qué será, ¿oscuros secretos o feliz ignorancia?


De acuerdo, si es lo que quereis continuaré.  Como os decía bajamos a un sótano, a esas alturas no sabía que esperar, era casi como cualquier otro sótano de la ciudad, pero apenas había nada que ver, un enorme bloque de piedra blanca en el centro, algunas telas bordadas cubriendo la pared y una estatuilla dorada en un hueco bajo las escaleras...  Salêh se quito la capa, el turbante y se acercó a mí sonriendo "Y bién Ahrim, ¿que opinas de nuestro pequeño templo?, aquí rezaré por última vez, si te sientes incómodo puedes esperar arriba, Reem te avisará cuando Rahibe dé por concluido el oficio."
Mi señor -le contesté- he asistido a cientos de oficios antes y despues de cada batalla en una docena de reinos, ¿qué os hace creer que pueda molestarme... "Hanuman" -susurró a mi espalda Zimra con su daga apoyada en mis riñones- bueno... mi señor... yo os he servido bien.. si he hecho algo que os ha molestado... -llegué a balbucear.

Esta vez los seis rompieron en carcajadas, "no servirías como sacrificio, idiota" consiguió decir Zimra entre risas, quitó la daga de mi espalda y continuó preparando lo que entonces entendí que era el altar al más oscuro de los dioses.  "No, Ahrim, ya te dije que mañana llevarás mi cabeza ante Yildiz, pero este es un secreto que más te vale guardar para siempre.  Yo no podré castigarte si lo desvelas, pero seguro que Rahide se molesta y es más directa en sus quejas de lo que su dulce rostro pueda indicar." me susurró mi señor.

Haciendo acopio de valor, en parte por la cantidad de vino que había bebido ya, decidí quedarme.  No creais que fue nada espectacular, murmuraban en un idioma que no conozco, así que supongo que sería el de los Reinos Negros porque de Estigia a Aquilonia entiendo a todo el mundo, pusieron joyas, unguentos y encendieron un incienso de olor fuerte y dulzón. Nada que no se pueda ver en cualquier otro templo, la verdad que esperaba otra cosa. 

Cuando ya empezaba a cabecear, pues el incienso y el vino me tenían somnoliento, ví que Salêh se subía al altar, entre todos los abalorios, desnudaba su torso y entonaba un cántico distinto, más gutural, las cinco mujeres empuñaron cuatro dagas y una espada que movian alrededor de su cuerpo, casi rozandolo, con movimientos lentos, meticulosos, hipnóticos...

Salêh irguió la cabeza ante la estatua, y sus últimas palabras fueron: "Hanuman, origen y fin de todo poder, he fallado a tus principios, permitéme un último sacrificio para purgar mis errores, otorga tus dones a mi señor Yildiz y su reino Turán, hazle alzarse sobre sus enemigos y permite que su gloría sea tan eterna como la tuya."  En ese momento las cuatro dagas atravesaron su pecho, dos delante y dos detrás, y antes de que al abandonarle las fuerzas su cabeza bajara un fuerte tajo de la espada empuñada por Adira la separó limpiamente del cuerpo.

Sin decir nada, recogieron la cabeza, la limpiaron cuidadosamente y la maquillaron ya sobre la bandeja de plata.  Mientras tanto, el cuerpo de mi señor seguía desangrandose sobre la piedra, ahora roja incluso donde la sangre no había llegado como si la bebiera. Y juraría si pudiera que oí una voz, más bien un gruñido animal...
"¡SEA!"

Esa noche no pude dormir, al alba me vestí como mi señor me había pedido, y con el rostro cubierto y sin decir nada llegué hasta el trono de Yildiz simplemente mostrando el sello de Salêh a todo el que me intentaba detener...

El resto es de todos conocido, Yildiz dió por cumplidos sus deseos y yo pude salir del palacio, más bien me echaron a patadas...  Lo primero que hice fue ir a por mi "pago".  Llené bien mis bolsillos y me acerqué al templo de Bel.  Por los modales debí arrancar al sacerdote de un dulce sueño o de los brazos de alguna feligresa... a saber.  Pero las gemas son buen desayuno para el ánimo, y tras una discreta charla sobre la salvación del espíritu me encaminé raudo a salvar mi cuerpo.

Porque puede que no sea el más listo de Turán, pero cuando Salêh te decía algo más te valía escuchar y entender bien, y pronto un artesano del gremio se dignó a aceptar mis disculpas, y casi todo lo que el cofre contenía, como cancelación del contrato que había aceptado por mi cabeza.  Salêh era un maldito hijo de perra, pero al menos había dado una oportunidad de salvarse a cada uno de los que le servimos más cercanamente.  Sé de buena tinta que tres de sus secretarios no llegaron a ver esa noche, y que dos más murieron unos dias despues en un "asalto" de camino a otra ciudad. 

- En fin, es hora de despedirnos, yo me voy a dormir la borrachera, pero tranquilos, estoy seguro de que Reem, Zimra y Adira os atenderán gustosas, puede que con la ayuda de los tres honorables "artesanos" que me vienen protegiendo de un tiempo a esta parte...

Ahrim se levanto sonriente, y mirando a las camareras dijo:
- Os espero esta noche si no tenéis nada mejor que hacer, espero que tres importantes secretarios del palacio del Sâh si sean un buen sacrificio ante vuestro oscuro dios.  Yo siempre cumplo mis tratos.

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