17.8.06

Jueves, 30 de marzo de 2006. Cementerio municipal

Llegó a las doce, puntual como siempre, estoy seguro de que llevaba traje aunque no lo ví. La ceremonia fue corta, lo cual agradecí, sencilla y elegante. Nada de plañideras, ni discursos bienintencionados que lamentar, apenas dos pasajes de la Biblia que supongo seleccionó el mismo con previsión y unas escuetas palabras del párroco. No hubo mujeres misteriosas, ni familiares llorosos, ni siquiera llovió; esperaba poder encontrar a alguien de su familia que me contase quién era, pero no tuve suerte. Todo lo que podré contar de él es lo que quiso que supiera, ni más ni menos.
Era un tipo agradable, de conversación larga y distendida, rondaría los 50, tal vez más, tenía el aspecto de un galán clásico; traje impoluto, zapatos a medida, corte de pelo formal. El hombre que toda madre desearía para su hija, supongo. Bueno, si la hija hubiera llegado a una madurez de las que llaman sosegadas. No recuerdo haberle visto acalorado, ni que usara en mi presencia palabra malsonante alguna. Su voz envolvia sus palabras como pequeños regalos destinados a quien tuviera la suerte de escuchar. Pensé largo tiempo en que tal vez fuera actor, pero por mucho que revolví cielo y tierra no hallé de él foto o boceto en los medios a mi disposición. Tal vez ejerciera en tiempos como vendedor puerta a puerta, se le veía capaz, cuesta imaginar algo que no pudiera vender. A mi me vendió cientos de anecdotas al módico precio de escucharle en el café que frecuentabamos, en una mesa ligeramente apartada, lejos del bullicio de la barra y el ajetreo de la puerta. Fueron muchas tardes tranquilas, de cafe y puro, rara vez alguna copa escasa de contenido y consumo pausado. Tardes de lectura de periódicos, sobre todo la competencia, comentarios profundos de las noticias de aspecto irrelevante, descubriendo en el proceso matices que me sorprendian, enlazando el pasado con el presente por el simple método de comparar hechos de años ya pasados con la tinta casi fresca de los rotativos de estos dias más ajetreados.
No se si añoraré más las charlas o su persona. El tiempo dirá. De momento paso por el cementerio de tarde en tarde, leo junto a su tumba, tal vez esperando sus sagaces comentarios. Sobretodo espero encontrarme con alguno de los contertulios del cafe, no aparecieron en el sepelio, puede que una esquela cuyo nombre es "Anonimo" sea dificil de entender.